Editorial: El impacto de la guerra de Gaza sobre la economía de Israel - 24/04/24

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Muy buenos días, muy buenas tardes, muy buenas noches y muy bienvenidos a esta nueva singladura de La Voz. Soy César Vidal. Hoy es el miércoles 24 de abril de 2024 y me dirijo a los hispanoparlantes de ambos hemisferios, a los situados a uno y otro lado del Atlántico y del Pacífico, y, como siempre, lo hago desde el exilio Corría. El año 1531, cuando se publicaron los Discursos de Maquiavelo. La obra había sido comenzada en 1512 por el notable escritor florentino, pero ese mismo año la interrumpió para dedicarse a la redacción de su obra más conocida, el Príncipe. Hasta 1517 no pudo concluir los discursos y aún así no fueron publicados. Durante su vida, como en otras obras, Maquiavelo partía de la base de la maldad humana e intentaba discernir cómo enfrentarse a ella y dar estabilidad al Estado Convencido, creyente en un sistema republicano que se basara en el consenso popular. En el segundo libro de los discursos, maquiavelo abordaba la guerra y afirmaba algo bastante sorprendente, y es que los soldados resultaban más importantes para llevarla a cabo que el dinero. Semejante visión de Maquiavelo era contraria a lo que había expresado ya en la antigüedad, cicerón y, en los años del propio Maquiavelo, fernando el Católico, considerando ambos que el nervio de la guerra era el dinero. Esa discusión llega hasta nuestros días e intenta resolver un dilema de enorme relevancia bélica, y es si el dinero es indispensable para ganar una guerra o, por el contrario, la victoria se basa solo en las realizaciones de los militares.

En las últimas horas hemos tenido nuevas noticias sobre la manera en que la guerra de Gaza está afectando a la economía del Estado de Israel. Sin ánimo de ser exhaustivos, los hechos son los siguientes. Primero, a más de seis meses de operaciones militares en Gaza, la economía de Israel se enfrenta con difíciles augurios. De entrada, las operaciones de Israel en Gaza no van a costar menos de 245.000 millones de shekels, unos 67.000 millones de dólares, en lo que sería la guerra más cara de la historia del Estado de Israel. Segundo, estos cálculos se refieren además únicamente a la guerra que se libra en Gaza y no incluyen otras operaciones paralelas, como por ejemplo los bombardeos israelíes que están teniendo como objetivo Siria, líbano o Irán. Tercero, los datos aportados por la misma Oficina Central de Estadística de Israel el pasado 19 de febrero son muy reveladores al asegurar que la producción económica del Estado de Israel se contrajo durante los últimos meses de 2023. Cuarto, así, el Producto Interior Bruto del Estado de Israel cayó un 19,4% durante el último trimestre.

Quinto la llamada a filas de los soldados israelíes por añadidura redujo las cifras de empleo y repercutió en un descenso de la actividad empresarial. Sexto a lo anterior hay que añadir que, al denegar la entrada al país a empleados palestinos, se han perdido casi 178.000 trabajadores árabes, en su gran mayoría en industrias esenciales como la construcción, el turismo, la agricultura y los servicios. Ese déficit de más de 140.000 trabajadores solo en la construcción comienza a ser preocupante y es algo que va a repercutir de manera muy seria y a largo plazo en el futuro económico del Estado de Israel. Séptimo aunque la bolsa del Estado de Israel está aguantando hasta ahora, la situación de la inversión empresarial es muy grave y se ha desplomado nada menos que un 67,8%. Octavo también es inquietante que las exportaciones del Estado de Israel han bajado un 18,3% y las importaciones un 42%. Noveno, el gasto público ha compensado una parte de las pérdidas con un aumento del 88,1% en materia de gastos de guerra. Décimo de manera inquietante, el gasto diario de movilización de reservas ha ascendido a más de 600 millones de shekels durante el periodo comprendido entre.

Un décimo Los daños ocasionados por la guerra han sido también muy considerables. Los soportados por los asentamientos israelíes cercanos a la frontera con Gaza oscilan entre los 15 y los 20.000 millones de shekels. A ellos hay que sumar las pérdidas en las ciudades del norte del Estado de Israel, que oscilan entre los 5.000 y los 7.000 millones de shekels. Décimo en conjunto, los combates han supuesto una caída de la economía local del 20%, lo que ha repercutido en el consumo, que ha disminuido un 26,9%. Décimo tercero además, por si todo lo anterior fuera poco, la recaudación de fondos por las empresas tecnológicas ha disminuido de manera considerable si se compara con los datos de años anteriores. Es un sector clave para la economía del Estado de Israel, que está pasando por su peor momento. Décimo cuarto la agencia de calificación crediticia Moody's ha rebajado recientemente la calificación del Estado de Israel, aunque todo apunta a que el impacto económico sobre las instituciones y las finanzas públicas podría superar los pronósticos iniciales.

Y décimo quinto el primer ministro del Estado de Israel, benjamín Netanyahu, ha procedido a una inversión masiva en infraestructura, una circunstancia que no sabemos si impactará de manera positiva en la economía del Estado de Israel, pero que sin duda va a afectar al aumento de la deuda. El comienzo de la ofensiva israelí sobre Gaza fue señalado por muchos como el inicio de un paseo militar que tendría un final fulminante y victorioso del Estado de Israel. De hecho, y precisamente por ello, se acogió con un entusiasmo auténticamente fervoroso. Tras más de medio año de guerra, resulta evidente que esas expectativas no se han correspondido con la realidad. Israel ha llevado a cabo operaciones que han tenido como consecuencia que sea percibido por el Tribunal Penal Internacional contra la posibilidad de cometer un genocidio y de destruir las pruebas que lo demostrarían. También ha demostrado que el plan denominado el Evangelio tiene una enorme eficacia a la hora de asesinar de manera consciente y querida a miles de civiles, de los que la mitad son niños, e incluso ha dejado de manifiesto cómo el acudir en su ayuda tiene pésimas consecuencias en política interior, como ya están sufriendo el presidente de los estados unidos y el primer ministro británico.

Todo eso es obvio y conocido, pero hay otras circunstancias menos conocidas y no por ello menos reales y relevantes. La primera es que las bajas sufridas por el ejército de israel son pequeñas y los cálculos sobre el coste que tendrá que sufrir el país por el cuidado de los heridos son pesimistas, en el sentido de que no acaben implicando tensiones económicas y sociales, que las propias fuentes oficiales del gobierno de Israel señalaran a inicios de este año que el número de soldados inválidos se elevaba a 6.000 desde el inicio de la guerra y que podrían alcanzar la cifra de 20.000 en el curso del presente año, resulta verdaderamente sobrecogedor. La segunda es que, mientras que la imagen pública del Estado de Israel se deteriora en todo el mundo de manera quizá irreversible, crece el número de voces que exigen la creación de un Estado palestino tal y como aparecía recogido en la resolución de Naciones Unidas que dio nacimiento al Estado de Israel. La tercera es que los rehenes siguen cautivos y posiblemente, en lugar de esa maladada acción militar desencadenada por Netanyahu, hubiera sido mucho más práctico entablar conversaciones para su liberación desde el primer minuto, porque es más que difícil que hayan podido conservar la vida bajo las bombas del ejército de Israel y a pesar de un bloqueo israelí que impide que lleguen agua, comida y alimentos a los habitantes de Gaza, entre los que se encuentran los secuestrados.

La cuarta es que el plan del gobierno de Netanyahu, expresado de manera más que clara por algunos de sus ministros, en el sentido de expulsar a los palestinos de Gaza y sustituirlos por colonos judíos, constituye un claro supuesto de genocidio, pero que ahora parece mucho más difícil de lo que era en octubre del año pasado. Y la quinta es que esta guerra está resultando más costosa, más larga y, sobre todo, más ineficaz, salvo para matar masivamente civiles de lo que pensó el gobierno de Netanyahu y otros como él, guste o no guste. En esta guerra de cuarta generación, Israel corre un riesgo muy real de no emerger como un claro vencedor, de la misma manera que fue derrotado por Hezbollah en esa guerra del Líbano, que nadie quiere recordar pero que hizo a Nikos la leyenda de la invencibilidad del ejército del Estado de Israel. Sería vencido de la misma manera que lo fue en el Líbano, es decir quedando al descubierto que, a pesar de su inmensa superioridad material y numérica, es incapaz de acabar con un enemigo más pequeño, más débil, mucho peor armado pero resuelto a defenderse a cualquier coste.

De Vietnam a Afganistán, no faltan ejemplos similares. Ese supuesto, impensable quizá a inicios de octubre de 2023, parece irse consolidando día a día al ver que un ejército de más de 400.000 efectivos, que bombardea día y noche una superficie del tamaño de la ciudad de Toulon, en Francia, o de la mitad de Madrid o de la tercera parte de Miami, no consigue imponerse ni aniquilar completamente a su enemigo. A todo lo anterior se suman los golpes lógicos que está sufriendo la economía israelí en términos de inversión, empleo o consumo. Sea que se piense, como Maquiavelo, que en la guerra son más importantes los hombres o, como Cicerón, que la clave está en el dinero, lo cierto es que Israel no puede pretender que su conflicto sea costeado, al final por el pueblo americano, y es que solamente la entrega de dinero que Joe Biden ha reclamado y que el legislativo ha concedido recientemente al Estado de Israel bastaría para proporcionar asistencia médica a más de 2.800.000 niños pobres americanos. En otras palabras, se está despojando a la población americana de servicios indispensables para entregar ese dinero a Israel, igual que lleva años entregándose a Ucrania.

La única salida sensata a la guerra de Netanyahu, antes de que la economía del Estado de Israel se vea más deteriorada, sería decretar un alto el fuego, evitar la muerte en masa de los palestinos, proceder a la liberación de los prisioneros y reconocer la existencia de Palestina como Estado, una existencia a la que se lleva negando el derecho desde 1948.

Después los hechos se sucederían por sí solos, incluidos la investigación por la pésima actuación de la inteligencia y del ejército del Estado de Israel el 7 de octubre y el procesamiento por corrupción y encarcelamiento de Benjamín Netanyahu. Por una de esas ironías de la historia, si la justicia del Estado de Israel hubiera actuado correctamente hace años y hubiera enviado a prisión a Netanyahu, decenas de miles de inocentes ahora estarían vivos, entre otras razones porque el ataque de Hamas habría sido abortado en apenas unos minutos y porque el primer ministro de israel no habría considerado necesaria una guerra para seguir aferrado al poder. Si algo ha quedado de manifiesto en las últimas décadas, es la inutilidad inmoral de una política consistente en bombardear mucho y no solucionar nada. Y eso da lo mismo que se considere que lo más importante para librarla son los hombres o el dinero. Pero no se dejen llevar por el desánimo o la frustración. Y es que, a pesar de que los poderosos muchas veces parecen gigantes, es sólo porque se les contempla de rodillas, y ya va siendo hora de ponerse en pie.

Mientras tanto, en el tiempo que han necesitado ustedes para escuchar este editorial, la deuda pública española ha aumentado en cerca de 7 millones de euros porque España, entre otras cosas, está metida en conflictos bélicos en los que no se juega ninguno de sus intereses. Muy buenos días, muy buenas tardes, muy buenas noches. Les ha hablado César Vidal desde el exilio. Que Dios los bendiga, ¡gracias.