La Voz de César Vidal
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La Voz de César Vidal
Editorial: Lecciones de la revolución de Octubre de 1934 - 28/10/25
Con César Vidal.
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En este editorial, César Vidal recuerda uno de los episodios más silenciados y decisivos de la historia de España: el golpe de Estado socialista y nacionalista catalán de octubre de 1934 contra el gobierno legítimo de la Segunda República. Un levantamiento que anticipó la Guerra Civil y reveló que las izquierdas estaban dispuestas a destruir la legalidad republicana si el resultado de las urnas no les favorecía.
Vidal repasa con detalle las causas, los protagonistas y las consecuencias de aquella insurrección que dejó cientos de muertos, pueblos arrasados y una fractura política que todavía resuena en la España actual. Con su habitual rigor histórico, traza los inquietantes paralelismos entre aquel octubre y la deriva presente, en la que, según advierte, la alianza entre el Partido Socialista, los nacionalistas y la agenda globalista amenaza con desmantelar el orden constitucional sin apenas resistencia.
Un análisis contundente y documentado sobre cómo la historia se repite cuando un pueblo olvida sus lecciones más amargas.
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SPEAKER_01:La Voz con César Vidal, desde el exilio. Muy buenos días, muy buenas tardes, muy buenas noches, ando bienvenidos a esta nueva sigla de La Voz. Soy César Vidal, hoy es el martes 28 of 2025, and I dirijo a los hispanoparlans of ambos hemisferios, top one or other later del Atlantic and del Pacific, and I was the exile. The mismoon with the ocho of the Christian and unistaient who occupied an escuola in Turon, a pueblo in the centre of a valle minero. Transcratel in the Casa del Pueblo, a comité los condenó a muerte, considerando that al ocuparse de la educación de buena parte de los niños de la localidad tenían una influencia indebida sobre ellos. La sentencia fue ejecutada en el cementerio y a continuación enterraron a los clérigos asesinados en una fosa especialmente cavada para el caso. Aquellos fusilamientos carecían de la menor justificación, pero además, a pesar de la tragedia que implicaban, resultaban hasta ridículos, porque los nacionalistas catalanes que habían iniciado un golpe de Estado contra el Gobierno de la República Española ya se habían declarado derrotados, huyendo sus dirigentes por las alcantarillas de Barcelona para evitar la captura. El golpe de Estado no fue el inicio de la guerra civil española, como han pretendido muy erróneamente algunos autores, pero sí empujó al joven régimen republicano a una deriva que terminaría concluyendo en una guerra civil en menos de dos años y en una dictadura en menos de cinco. Este mes de octubre se cumplen 91 años del golpe de Estado que el Partido Socialista Obrero Español, los nacionalistas catalanes de la Esquerra y otras fuerzas de izquierdas lanzaron contra el Gobierno de la Segunda República Española democráticamente elegido. Sin ánimo de ser exhaustivos, los hechos son los siguientes. Primero, el 14 de abril de 1931, tras unas elecciones municipales que ganaron las candidaturas monárquicas, se proclamó, a pesar de todo, la Segunda República. Segundo, semejante paso fue posible porque las candidaturas republicanas triunfaron en las capitales de provincias y, sobre todo, porque el rey Alfonso XIII decidió no defender su posición, temeroso de que tanto él como su familia pudieran sufrir el trágico destino del zar Nicolás II y sus hijos ejecutados por los bolcheviques. Icero, la Segunda República fue así proclamada por una serie de fuerzas políticas que estaban de acuerdo en derribar la monarquía, pero que defendían programas totalmente incompatibles entre sí. Por añadidura, lejos de contar como meta el establecimiento de la democracia, pretendían alcanzar objetivos que implicaban su final como sistema. Io tras un gobierno republicano socialista que fue objeto de varios alzamientos anarquistas en su contra y de un frustrado intento de golpe de Estado militar, en 1933 tuvo lugar una victoria electoral de las derechas que se tradujo en un gobierno del Partido Radical con el respaldo de la CEDA, una coalición de fuerzas católicas y conservadoras. Quinto, el Partido Radical era de rancio a bolengo republicano, mientras que la CEDA aceptaba la forma de Estado republicana como algo accidental. Con todo, las izquierdas, encabezadas de manera muy señalada por el Partido Socialista, comenzaron a fraguar un golpe de Estado desde su derrota electoral. Sexto, de hecho, los llamamientos a la Revolución fueron numerosos, claros y contundentes. El 3 de enero de 1934, el Socialista publicaba unas declaraciones de Indalecio Prieto que afirmaba Y ahora piden concordia, es decir, una tregua en la pelea, una aproximación de los partidos, un cese de hostilidades. Concordia, no. Guerra de clases, odio a muerte a la burguesía criminal. Concordia, sí, pero entre los proletarios de todas las ideas que quieran salvarse y librar a España del ludibrio. Pase lo que pase, atención al disco rojo. Séptimo. El 4 de febrero, el mismo Indalecio Prieto llamaba La Revolución en un discurso pronunciado en el Coliseo Pardiñas. VIII. Ese mismo mes, el Sindicato Anarquista CNT propuso al Sindicato Socialista UGT una alianza revolucionaria, oferta a la que respondió el socialista Largo Caballero con la de las alianzas obreras. Su finalidad no era laboral, sino eminentemente política: aniquilar el sistema parlamentario y llevar a cabo la revolución. Noveno. A finales de mayo, el Partido Socialista desencadenó una ofensiva revolucionaria en el campo que reprimió enérgicamente Salazar Alonso, el ministro de Gobernación. A esas alturas, el gobierno contaba con datos referidos a una insurrección armada que se preparaba y en la que tendrían un papel importante no solo el Partido Socialista, sino también los nacionalistas catalanes y algunos republicanos de izquierdas. Décimo, el socialista, de 29 de julio de 1934, señaló que las teorías de Frente Popular propugnadas por los comunistas a impulso de Stalin eran demasiado moderadas, porque no recogían las aspiraciones trabajadoras de conquistar el poder para establecer su hegemonía de clase. Por el contrario, las alianzas obreras propugnadas por el socialista largo caballero eran un instrumento de insurrección y organismo de poder. Un décimo. A continuación, el socialista trazaba un obvio paralelo con la revolución bolchevique, afirmando: dentro de las diferencias raciales que tienen los sóbios rusos se puede encontrar, sin embargo, una columna vertebral semejante. Los comunistas hacen hincapié en la organización de soviets que preparen la conquista insurreccional y sostengan después el poder obrero. En definitiva, esto persiguen las alianzas. Duodecim, ciertamente, si de algo se puede acusar a los medios socialistas en esa época, no es de hipocresía. Así, renovación anunciaba el 25 de agosto de 1934. Programa de acción, supresión a rajatabla de todos los núcleos de Fuerza Armada desparramada por los campos. Supresión de todas las personas que por su situación económica o por sus antecedentes puedan ser una rémora para la revolución. 13o, semejantes anuncios deberían haber despertado la inquietud de los republicanos de izquierdas, ya que implicaban un claro proyecto de destrucción del sistema republicano. Sin embargo, para esos republicanos el enemigo que tenía que ser abatido era el centro y la derecha. Decimo cuarto. Al respecto, el 30 de agosto, el republicano Azaña realizaba unas declaraciones ante las que nadie se podía llamar a engaño. De acuerdo con las mismas, las izquierdas no estaban dispuestas a consentir que la CEDA entrara en el gobierno por más que las urnas la hubieran convertido en la primera fuerza del Parlamento. Si la CEDA insistía en entrar en un gobierno de acuerdo con un derecho que en puridad democrática le correspondía, las izquierdas se opondrían, incluso yendo contra la legalidad. Estaríamos, diría Azaña, desligados de toda fidelidad. Habríamos de conquistar a pecho descubierto las garantías. Décimo quinto. Los anuncios de Azaña, de Prieto, de Largo Caballero, de tantos otros personajes de la izquierda no eran sino una consecuencia lógica de toda una visión política que consistía en que el Parlamento y las votaciones que lo habían configurado sólo resultaban legítimos en la medida en que servían para respaldar el propósito de las fuerzas mencionadas. Cuando el resultado en las urnas no sancionaba ese bloque político, el Parlamento tenía que ser rebasado y acallado desde la calle, recurriendo a la violencia. Décimo sexto. El 9 de septiembre de 1934, la Guardia Civil descubrió un importante alijo de armas que a bordo del Turquesa se hallaba en la ría asturiana de Pravia. Una parte de las armas había sido ya desembarcada y, siguiendo órdenes del socialista Indalecio Prieto, transportada en camiones de la Diputación Provincial que a la sazón controlaba el Partido Socialista. La finalidad del alijo era armar a los socialistas preparados para la sublevación. 17. El 25 de septiembre, el socialista anunciaba renuncie todo el mundo a la Revolución Pacífica, que es una utopía. Bendita la guerra. Ximoctavo. Dos días después, el socialista remachaba. El mes próximo puede ser nuestro octubre. Nos aguardan días de prueba, jornadas duras. La responsabilidad del proletariado español y sus cabezas directoras es enorme. Tenemos nuestro ejército a la espera de ser movilizado. Decimonoveno. Ese mismo 27 de septiembre murió en Barcelona el antiguo ministro Jaime Carnet. Azaña, en compañía de otros dirigentes republicanos, se dirigió a la citada ciudad española. Sin embargo, a pesar de conocer entonces lo que tramaban socialistas y catalanistas, no informó a las autoridades republicanas y decidió quedarse en Barcelona a la espera de los acontecimientos. Antes de concluir el mes, el Comité Central del Partido Comunista anunciaba su apoyo a un frente único con finalidad revolucionaria. El 1 de octubre, cuando las izquierdas llevaban casi un año anunciando su propósito de desencadenar una guerra revolucionaria, Gil Robles exigió la entrada de la seda en el gobierno de Leroux. Sin embargo, en una clara muestra de moderación política, Gil Robles no exigió la presidencia del gabinete, que le hubiera correspondido en puridad democrática, ni tampoco la mayoría de las carteras. El 4 de octubre entrarían finalmente tres ministros de la seda en el nuevo gobierno, todos ellos de una trayectoria intachable. El catalán y antiguo catalanista Uriol Anguera de Sojo, el regionalista Navarro Aizpún y el sevillano Manuel Jiménez Fernández, que se había declarado expresamente republicano y que defendía la reforma agraria. Vigésimo primero. La presencia de ministros cedistas en el gabinete fue aprovechada como excusa por parte del Partido Socialista y de los catalanistas para poner en marcha un proceso de insurrección armada que venía fraguándose desde hacía meses. Tras un despliegue de agresividad de la prensa de izquierdas el 5 de octubre, el 6 tuvo lugar la más anunciada y previsible sublevación. Vigimo segundo. El carácter violento de la misma quedó de manifiesto desde el principio. En Gipúzcoa, por ejemplo, los alzados asesinaron al empresario Marcelino Oreja Elósei. En Barcelona, el dirigente de la Esquerra, Cumpanch, proclamó desde el balcón principal del Palacio Presidencial de la Generalidad el Stat Catalá dentro de la República Federal Española e invitó a los dirigentes de la Protesta General contra el Fascismo a establecer en Cataluña el Gobierno Provisional de la República. Vigésimo III. Ni el Gobierno republicano era fascista, ni los dirigentes de izquierdas recibieron el apoyo que esperaban de la calle, ni la Guardia Civil o la de Asalto se sumaron al golpe. La Generalidad de Cataluña se rindió así a las 6 y cuarto de la mañana del 7 de octubre, mientras algunos de los dirigentes nacionalistas se ponían a salvo huyendo por las alcantarillas de Barcelona. Vigésimo. El fracaso del golpe armado en Cataluña tuvo claros paralelos en la mayoría de España. Ni el ejército con el que el Partido Socialista había mantenido contacto, ni las masas populares se sumaron al golpe de Estado de nacionalistas catalanes y socialistas, y este fracasó al cabo de unas horas. Vigésimo quinto. La única excepción a esa tónica general fue Asturias, donde los alzados contra el gobierno legítimo de la República lograron un éxito inicial y dieron inicio a un proceso revolucionario que marcaría en buena medida las pautas para la guerra civil de 1936. VI. La desigualdad inicial de fuerzas resultó verdaderamente extraordinaria. Los alzados contaban con un ejército de unos 30.000 mineros bien pertrechados gracias a las fábricas de armas de Oviedo y Trubia y bajo la dirección de miembros del Partido Socialista como Ramón González Peña, Belarmino Tomás y Teodomiro Menéndez, aunque una tercera parte de los insurrectos pudo pertenecer a la CNET. Frente a los sublevados había sólo 1.600 soldados y unos 900 guardias civiles y de asalto que contaban con el apoyo de civiles en Oviedo, Luarca, Gijón, Avilés y El Campo. XXI séptimo. Los alzados procedieron a detener e incluso asesinar a gente inocente tan solo por su pertenencia a un segmento social concreto, a la vez que desataban la quema y profanación de lugares de culto. VIII. La inmensa diferencia de medios existente entre los alzados y las fuerzas del orden hubiera podido ser fatal para la legalidad republicana de no haber tomado el mismo 5 de octubre el ministro Diego Hidalgo la decisión de nombrar consejero especial para reprimir el golpe al general Francisco Franco. Vigésimo noveno. Así, legionarios irregulares desembarcaron en Gijón para marchar hacia Oviedo, donde enlazaron con una pequeña columna que se hallaba el mando de Eduardo López Ochoa. Trigésimo. Aún fue necesaria otra semana más para acabar con los focos de resistencia de los insurrectos. De manera bien significativa, entre los oficiales que combatieron contra los sublevados del Partido Socialista se hallaba el capitán Rodríguez Lozano, abuelo de José Luis Rodríguez Zapatero, que sería décadas después presidente del Gobierno Socialista en España. Trigésimo I. El 16 de octubre de 1934, apenas a unas horas de su derrota definitiva, el Comité Provincial Revolucionario lanzó un manifiesto donde volvía a incidir en algunos de los aspectos fundamentales de la sublevación. Obreros en pie de guerra. Se juega la última carta. Nosotros organizamos sobre la marcha el ejército rojo. Lo repetimos. En pie de guerra, hermanos, el mundo nos observa. España, la España productora, confía su redención a nuestros triunfos. Que Asturias sea un baluarte inespugnable. Y si su Bastilla fuera tan asediada, sepamos, antes que entregarla al enemigo, confundir a este entre escombros, no dejando piedra sobre piedra. Adelante la revolución. ¡Viva la dictadura del proletariado! Trigésimo II. Durante la tarde del día 18, el socialista Belarmino Tomás negoció la capitulación con López Ochoa. El balance de dos semanas de revolución social nacionalista fue sobrecogedor. Trigésimo III. Los revolucionarios asesinaron durante el tiempo que mantuvieron el poder a un número de personas situado entre 85 y 115. Entre ellas se encontraban, según cifras perfectamente contrastadas, 28 religiosos o seminaristas, 43 militares y guardias y 14 paisanos, siendo possible que el número de guardias asesinados ascendiera incluso a 70. Las fuentes gubernamentales dieron muerte a un máximo de 88 personas, de las que 4 fueron fusiladas judicialmente. Entre los muertos en combate contra las fuerzas del orden se encontraba un tío socialista de Don Roberto Centeno, colaborador de este programa. Trigésimo. En combate murieron 256 miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado y del Ejército, y hubo 903 heridos, además de siete desaparecidos. Entre los paisanos, los muertos llegaron al medio millar. Como puede apreciarse, la propaganda de las izquierdas sobre una terrible represión desencadenada por las fuerzas de seguridad del Estado no se sostiene a la luz de la realidad de las cifras. Sí resulta innegable la sangría que para los alzados significó la revolución. Trigésimo quinto. Por lo que se refiere a los daños materiales ocasionados por los sublevados, fueron muy cuantiosos y afectaron a 58 iglesias, 26 fábricas, 58 puentes, 63 edificios particulares y 730 edificios públicos. Además, los sublevados realizaron destrozos en 66 puntos del ferrocarril y 31 de las carreteras. 36o. Asimismo, ingresaron en prisión unas 15.000 personas por su participación en el alzamiento armado, aunque en los meses siguientes la mayoría salió en libertad. Y 37o, el mayor coste del alzamiento protagonizado por los nacionalistas catalanes, el Partido Socialista, la CNT y en menor medida el Partido Comunista, fue político. Con su desencadenamiento, las izquierdas habían dejado de manifiesto que la República Parlamentaria carecía de sentido para ellas, que no estaban dispuestas a aceptar el veredicto de las urnas si les resultaba contrario, que su objetivo era la implantación de la dictadura del proletariado y que, llegado el caso, no dudarían en recurrir a la violencia armada para lograr sus objetivos. Este mes de octubre se cumplen los 91 años del alzamiento armado de socialistas y nacionalistas catalanes, apoyados por otras fuerzas de izquierdas, contra el gobierno legítimo de la Segunda República. Se trata de una fecha terrible sobre la que las fuerzas mediáticas han pasado sin querer recordar por los terribles paralelos que presenta con algunas situaciones presentes. Como escribiría el republicano histórico Salvador de Madariaga, el alzamiento de 1934 es imperdonable. La decisión presidencial de llamar al poder a la seda era inatacable, inevitable y hasta debida desde hace ya tiempo. El argumento de que el señor Gilrobles intentaba destruir la Constitución para instaurar el fascismo era a la vez hipócrita y falso. Con la rebelión de 1934, la izquierda española perdió hasta la sombra de autoridad moral para condenar la rebelión de 1936. Ciertamente, la Guerra Civil Española no comenzó, como han alegado algunos autores, en octubre de 1934. Sin embargo, a partir de la sublevación socialista-nacionalista de 1934 quedó trágicamente de manifiesto que las izquierdas no respetarían la legalidad republicana y se acrecentó el miedo de las derechas a un nuevo estallido revolucionario que acabara con el sistema parlamentario y, exterminando a sectores enteros de la población, desencadenara una revolución cruelta. Quizá un cambio de actitud por parte de las izquierdas que habían derribado en 1931 la monarquía parlamentaria hubiera podido evitarlo. Sin embargo, por desgracia para España, ambos temores se verían confirmados antes de un bien. No deja de ser llamativo que a día de hoy, de nuevo, el Partido Socialista aliado con los nacionalistas catalanes y otras fuerzas de izquierdas y nacionalistas esté empeñado en desteger el tejido jurídico del sistema constitucional para caminar hacia una dictadura muy similar a la que atenaza a Venezuela. Sin embargo, esta vez no parece que exista una derecha dispuesta a reaccionar. El lamentabilísimo espectáculo de partidos como el Popular o Vox votando una reforma jurídica que pondrá en la calle de manera anticipada docenas de terroristas de ETA y alegando después que habían votado sin leer el texto es una irrefutable muestra de cómo las derechas votan en la misma dirección que el Partido Socialista o carecen de la capacidad suficiente para comprender el momento en que se encuentran y actuar en consecuencia. Y es que los que en 1934 quisieron someter a España a una dictadura actuaban por su cuenta y riesgo y han vuelto las andadas de una manera, si se quiere, más hipócrita, más sutil y más institucional, aunque no menos perversa. Pero esta vez cuentan con el respaldo e impulso de una agenda globalista que se está apoderando de España de manera despiadada en un saqueo que durante los últimos años se ha llevado el agua que es de todos y que aniquila la agricultura, la ganadería y la pesca. Ante esa agenda globalista se inclina con no menor entusiasmo el Partido Popular que ha colaborado en ese despojo de España y también se pliega un Vox que puede mantener posturas sobre la familia, la educación o los nacionalismos que son correctas, pero que se pierde en la sumisión perruna a la OTAN, en el apoyo al dictador corrupto y vendepatria Zelensky y en un respaldo a Israel que no solo es acrítico, sino que compromete de manera directa y grave los intereses nacionales de España. Hace 91 años las izquierdas, con la excepción de los nacionalistas catalanes, creían en España, aunque implicara bañarla en sangre para amoldarla sus propósitos, y las derechas estaban dispuestas a defenderla, aunque por desgracia, en su mayoría, se negaran a llevar a cabo cambios que tenían que haberse producido siglos atrás. A día de hoy, todas las fuerzas políticas están tolerando por egoísmo, ambición, ignorancia o desidia, que España desaparezca deglutida por una agenda globalista que tritura y devora todo sin que apenas unas voces se alcen contra ella. A quien se dirige a ustedes le causa un inmenso dolor, un pesar indescriptible, una consternación más que onda decirlo. But no parece que los españoles, ando las fuerzas que los dirigen, haveen approfondiz the amargas lecciones of what in Spanish in a mesma, a October, but of the year 1934. But not for the disanimo and the frustration, and the people are gigantic, it's only because they contemplate the rodillas, and the hour to put them in.