La Voz de César Vidal

La Psicoteca: Neurotóxicos: ¿Qué Está Envenenando Tu Cerebro? - 29/10/25

César Vidal, Miguel Ángel Alcarria

Con César Vidal y Miguel Ángel Alcariia.

https://www.cesarvidal.tv/la-psicoteca/videos/neurotoxicos-que-esta-envenenando-tu-cerebro-29-10-25

En este episodio de La Psicoteca, el doctor César Vidal y el psicólogo Miguel Ángel Alcarria analizan cómo el llamado “progreso” moderno está afectando a nuestra salud mental y neurológica. Bajo la apariencia de desarrollo, la vida cotidiana nos expone a una multitud de sustancias neurotóxicas presentes en el aire, el agua, los alimentos, los plásticos y hasta los medicamentos que consumimos a diario.

El programa aborda el impacto acumulativo de metales pesados como el plomo, el mercurio o el aluminio, así como de plásticos y disruptores endocrinos —como el bisfenol A o los ftalatos— que pueden alterar el sistema hormonal y el desarrollo cerebral, especialmente en niños. Alcarria explica cómo esta exposición constante genera lo que denomina “estrés químico”, una carga invisible que acelera el envejecimiento neuronal, la inflamación cerebral y el aumento de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o el Parkinson.

Además, se reflexiona sobre los riesgos del uso prolongado de fármacos comunes como el paracetamol, el ibuprofeno, los antidepresivos o las benzodiacepinas, y cómo la dependencia farmacológica puede afectar a la memoria, el sueño y el equilibrio emocional.

Un programa revelador que nos invita a repensar la relación entre salud mental, contaminación y modo de vida moderno, y a recuperar una visión integral del bienestar físico, psicológico y químico.

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SPEAKER_01:

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SPEAKER_02:

Todos los miércoles. Ya ha estado con nosotros Elena Kalinícova hablándonos de la vida sana, de la existencia saludable, del naturism. And you're queer of this primer intervention of Programa Doble y Sesión Continua damos un salto cualitativo, nos vamos a la salud de la mente, nos vamos a la salud de la psique, y ahí quien siempre nos echa una oportuna mano es Don Miguel Ángel Alcarria, que ya ha llegado. Muy buenas noches, don Miguel Ángel. ¿Por dónde vamos a ir hoy?

SPEAKER_03:

Muy buenas noches, Don César. Muy buenas noches también a la audiencia de la voz. Cuando pensamos en el futuro, solemos pensar en desarrollo. Y en tanto que asociamos futuro con desarrollo, se nos hace difícil pensar que ciertas enfermedades mentales, trastornos neurológicos o condiciones médicas puedan ser el resultado de nuestro modo de vida desarrollado, entre comillas, de la exposición cotidiana a sustancias neurotóxicas, sustancias químicas que alteran, dañan y destruyen nuestras conexiones neuronales, muchas veces a nivel microscópico. Sin embargo, esta realidad está tan cerca de nosotros que pocas veces somos conscientes de su magnitud. Es la contradicción del progreso. Por un lado, buscamos avances tecnológicos, médicos o científicos que nos faciliten la vida, pero por otro lado, ese mismo progreso tiene un precio a pagar. Y muchas veces ese precio a pagar es nuestra propia salud producto de la constante exposición a sustancias que no solo están presentes en el aire que respiramos, el agua que bebemos o los alimentos que ingerimos, sino también en los productos que usamos, los ambientes que habitamos, los espacios donde trabajamos e incluso los medicamentos que tomamos con la esperanza de mejorar nuestra salud. Es una paradoja en toda regla, no digan ustedes que no. De este modo, aunque actúen de forma sigilosa, la acción de estas sustancias va dejando mella en nuestro organismo y solo con el tiempo descubrimos esa huella, ese precio acumulado que hemos estado pagando durante años. Atrás quedó la época en la que se luchó contra el plomo, por ejemplo, presente en la pintura, in the tuberías del agua, in cierto objeto y cerámicas, inclusive in the mismísima gasolina, algo de la que tomamos conciencia como society, innocent of the decade of the 70s, 80s. And si bien es cierto que podemos hablar de pasado, en relación sobre todo a Estados Unidos y Europa, el riesgo asociado a este metal pesado, el plomo, todavía sigue siendo un problema en el mundo, llegando a afectar a 200 millones de personas en todo el planeta, especialmente a niños quienes son más susceptibles a sus efectos neurotóxicos. Atrás quedó también, porque también lo consideramos superado, en cierto modo, la concienciación como sociedad en relación a los efectos derivados del mercurio por consumo de pescado contaminado, sobre todo. A partir de mediados del siglo XX se empiezan a documentar los primeros casos de envenenamiento por mercurio, y es a partir de los 80's cuando la comunidad científica comienza a tomarse más en serio sus efectos sobre el desarrollo cerebral infantil y su relación con deficiencias cognitivas y trastornos del comportamiento. Sin embargo, mucha concienciación, mucha concienciación, pero ahí tenemos la famosa tilapia, un pez popular en la dieta mundial, especialmente en Latinoamérica, Asia y África, sobre todo por su bajo coste, es el pescado más barato que existe, y que es famosa también porque habitualmente está contaminada con metales pesados. Hablamos de metales pesados como el mercurio, que es la.

SPEAKER_02:

Yo creo, yo creo que es el pescado estrella en los supermercados en Estados Unidos. Pues es terrible. O sea, ya se lo digo, el estrella en los supermercados y luego en los restaurantes, seguramente uno de los de más venta.

SPEAKER_03:

Seguro. La cuestión es que tampoco es tan barato, ¿eh? O sea, yo creo que.

SPEAKER_02:

Bueno, sí es económico, sí.

SPEAKER_03:

Es el más económico, sí, pero igualmente tampoco no está regalado, ¿no? O sea, y aún así, pues encima estás pagando para envenenarte.

SPEAKER_02:

No le digo a usted que no, pero que esa es la realidad.

SPEAKER_03:

Es especialmente peligroso para el desarrollo fetal, para nuestro estado neurocognitivo, por sus efectos neurotóxicos, se relaciona con trastornos en la memoria, el aprendizaje, pero también hablamos de que este tipo de pescados no solamente tiene mercurio, tiene plomo, cadmio, arsénico o sales de aluminio. Vamos, que muchas veces es más rico en metales pesados que en proteínas, debido a la contaminación del agua en la que se cría. Por tanto, habrá desaparecido el debate, pero no el problema. El problema sigue ahí. O hablemos de la peligrosa exposición a ciertos pesticidas químicos que, aunque nos parece un problema distante, se hablaba mucho a finales de los 90, sigue siendo una amenaza para quienes viven en áreas agrícolas y sus comunidades más cercanas. Hay estudios que han demostrado que la exposición a estos productos puede alterar el sistema nervioso, reducir las capacidades cognitivas, memoria, atención y aumentar el riesgo de trastornos de ansiedad y depresión, especialmente en población infantil, como ya hemos dicho antes, por allá es en pleno desarrollo y porque son los más susceptibles a todo esto. Pero no se queda en esto, sino que también la exposición prolongada a estas sustancias se ha asociado con un mayor riesgo de desarrollar enfermedades neurodegenerativas. Así que ahí lo dejo. No es casualidad que los casos de trastornos neurodegenerativos vayan en aumento en el mundo entero, todo suma. Vivimos más, pero también cada vez estamos más expuestos a sustancias neurotóxicas, químicos, con los que tenemos contacto en nuestra vida cotidiana y cuyos efectos son acumulativos. Y aquí los estudios son claros y la relación entre este cúmulo de sustancias y la salud neurológica cada vez se ve más clara. Y como decimos, en cierto modo todo esto ha quedado atrás, ya que el debate actual se centra en otras sustancias. Hay otras sustancias que ahora están en el ojo de mira. Nuestras nuevas sustancias, por tanto, han venido a sustituir el debate anterior. Ha sustituido el debate, pero la realidad sigue siendo la misma, ¿no? Seguimos estando expuestos también a esas otras sustancias. No porque hayan sido erradicadas, sino todo lo contrario. Ahora nos enfrentamos a más sustancias neurotóxicas que nunca. Hablamos en primer lugar del bisfenol A y los phtalatos. Sustancias que se encuentran en infinidad de productos plásticos, aditivos que proporcionan a estos plásticos ciertas propiedades como flexibilidad, resistencia o transparencia. Ambos los podemos encontrar en materiales plásticos, como decimos, el bisfenol en botellas de plástico, los talatos en tubos de PVC, pero el bisfenol A también lo podemos encontrar en envases de alimentos y bebidas, en algunas lentes de contacto, en recubrimientos de latas, y los talatos también los podemos hallar en perfumes, lociones, esmaltes de uñas, productos de cuidado personal como champús o cremas, en juguetes, cuidado con los juguetes infantiles y la calidad de los plásticos que contengan, o en otros productos de vinilo. En ambos casos hablamos de disruptores endocrinos, de sustancias que tienen la capacidad de alterar nuestro sistema hormonal. Y los problemas que pueden acarrear van desde problemas reproductivos, problemas hormonales, disminución de la fertilidad, alteración del desarrollo sexual, hasta problemas en el desarrollo prenatal e infantil, trastornos del comportamiento, problemas de atención o aprendizaje, incluso hablamos de efectos en el desarrollo cerebral, incluyendo riesgos para desarrollar trastornos como el TDAH o el autismo. Cuando hablamos de tema endocrino, obviamente también hablamos de trastornos metabólicos, riesgo de diabetes tipo 2, obesidad. Incluso algunos estudios sugieren que la exposición prolongada a bisfenol A podría aumentar el riesgo de cáncer de mama y cáncer de próstata. De ahí esa guerra contra los plásticos alimentarios, porque además la búsqueda de alternativas al bisfenol A ha llevado al desarrollo de otros compuestos que incluso podrían ser todavía más dañinos para el sistema endocrino. Sin embargo, en la época en la que estamos, pues no nos libramos de los plásticos de ninguna forma porque son omnipresentes. Desde los envases de nuestros alimentos y bebidas, hasta los productos de higiene personal, los juguetes infantiles, como mencionábamos, se han infiltrado en nuestra vida diaria de tal forma que es casi imposible imaginarnos un mundo sin ellos. Sin embargo, el precio de esta masificación de plásticos es mucho mayor de lo que nos imaginamos. Se han encontrado partículas microplásticas en el agua potable, en la fauna marina, en el arroz, en todo aquello que se cultiva, porque si están en la tierra, al final eso contiene al final microplásticos, después se lo comen los animales, los comemos los animales que han comido microplásticos, finalmente nosotros formamos parte de esa cadena alimentaria. Por tanto, los alimentos que consumimos e incluso también hemos encontrado, se han encontrado partículas microplásticas en el aire, tal como lo acaban de oír, porque hay investigaciones que hablan de microplásticos presentes en el polvo de aire que respiramos. Son tan pequeños que el aire los lleva, los contiene. Por tanto, tenemos contacto con plásticos a través de nuestra piel, de nuestro tracto digestivo e incluso a través de nuestros pulmones. Y aunque sus efectos en la salud humana aún están en una fase temprana de investigación, como empezamos a ver, el futuro no promete ser nada al agüeño. Y no hablamos solo del plástico en sí, que ya de por sí presenta sus complicaciones en materia de salud, sino, como decíamos, de los aditivos que se añaden a estos plásticos para darle ciertas propiedades como flexibilidad, resistencia o color. El bisfenola es uno de los más conocidos, pero existen miles de productos, de otros productos químicos empleados en el proceso de fabricación de plásticos que pueden alterar nuestra salud. Alguno podría decir que el daño al sistema reproductivo a lo mejor no es para tanto, ¿no? Que no quiero tener hijos, pues ya qué más da, ¿no? Pero y sus efectos en la regulación hormonal y el desarrollo neuronal, estos productos químicos ya se están vinculando a una mayor probabilidad de desarrollar trastornos neurocognitivos, disfunciones metabólicas como la obesidad o la diabetes, y por tanto no hablamos de cosas menores. Y en lo que respecta a nuestro tema de interés, que es la psicología, hablamos de neurotoxinas, por tanto, hablamos de sustancias que tienen la capacidad de alterar el funcionamiento del sistema nervioso y el desarrollo cerebral, sustancias que pueden contribuir al TDA, al autismo, al desarrollo de trastornos de ansiedad y depresión. Eso que sepamos por ahora, porque como decimos, apenas empezamos a ver los efectos de este tipo de sustancias omnipresentes, los efectos que tienen en nuestra salud. En la actualidad hablamos de plásticos y también hablamos de contaminación ambiental. No es casual el debate sobre las zonas de bajas emisiones que tienen loco, sobre todo, a Madrid, Central, ¿no? Y a Barcelona, que aunque sean inútiles en lo que respecta a disminuir la contaminación, porque lo único que hacemos es desplazar la contaminación a las zonas circundantes, además de crear un problema económico serio a los comerciantes afectados de esas zonas más céntricas. La realidad es que la exposición a partículas finas cuyo tamaño es inferior a 2.5 micrómetros, no solo se relacionan con enfermedades respiratorias o cardiovasculares, sino que también se asocia con trastornos cognitivos y neurodegenerativos. De hecho, hay estudios que sugieren que la exposición continua a estas partículas puede estar relacionada con deterioro cognitivo y trastornos del desarrollo cerebral en etapa infantil. Así que no son partículas que solo lleguen a nuestros pulmones, sino que también tienen la capacidad de entrar en el torrente sanguíneo y alcanzar órganos como el corazón, el hígado o el cerebro, aumentando la prevalencia de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o el Parkinson. ¿Y cómo actúan estas sustancias creando este riesgo neurodegenerativo? Pues bien, como acabamos de decir, entran en el torrente sanguíneo. Sin embargo, ahí el sistema inmunológico las detecta como agentes externos, lo que provoca una respuesta inflamatoria en el cuerpo que puede afectar, como hemos podido ver, a diferentes órganos de nuestro cuerpo. Pueden atravesar la barrera hematoencefálica, que es la membrana que protege al cerebro de sustancias tóxicas en la sangre y con ello afectar a nuestro cerebro. Y además tienen la capacidad de acelerar el estrés oxidativo de nuestras neuronas, de envejecerlas prematuramente. Produce neuroinflamación con el paso de los años y finalmente termina por generar ciertas alteraciones, ciertas enfermedades. Alteraciones que se pueden producir en la vejez en forma de trastornos neurodegenerativos, pero, como ya hemos dicho, también en la adultez en forma de trastornos emocionales o en la infancia en forma de trastornos del desarrollo y déficits de aprendizaje. ¿Les estamos robando el futuro a las siguientes generaciones? Pues yo creo que sí. Y esta es una de tantas formas en las cuales lo estamos haciendo. Obviamente, pues las zonas de bajas emisiones no creo que jamás sea la solución más adecuada, pero bueno, yo creo que ahí hay más un interés económico que otra cosa. No creo que el interés sea medioambiental. Y aquí llegamos a un debate mucho más amplio que pocos quieren poner sobre la mesa, es el concepto estrés químico, que no es más que la respuesta de nuestro cuerpo ante la exposición continua a sustancias tóxicas. Estas sustancias se van acumulando en nuestro organismo y llega un punto en el que este es incapaz de neutralizar o eliminar adecuadamente estas sustancias que afectan negativamente a su funcionamiento, desencadenando una cascada de reacciones que pueden terminar afectando gravemente a la salud. En primer lugar, como consecuencia de este estrés, tenemos la inflamación crónica que acelera el estrés oxidativo y con ello la acumulación de radicales libres que no solo envejecen nuestras células, sino que también las dañan. La inflamación crónica es dañina, pero tanto más cuando hablamos de neuroinflamación, ya que puede alterar el funcionamiento de las neuronas, afectar a las conexiones sinápticas entre ellas, a la comunicación entre ellas y a medida que estas funciones se ven alteradas, el riesgo de desarrollar trastornos cognitivos, emocionales, como ansiedad, depresión, ciertos tipos de insomnio y neurodegenerativos, en última instancia aumenta. Si a esto le sumamos el estrés al que estamos sometidos constantemente, ese estrés puede terminar reforzando los efectos del estrés químico y con ello sus riesgos asociados. Podemos empezar con dificultades para concentrarnos, cambios emocionales como irritabilidad o irastibilidad, deterioro en el sueño, problemas en la toma de decisiones. Por eso la importancia de que los psicoterapeutas abordemos la psicopatología de forma integral. A día de hoy no vemos trastornos puramente psicológicos muchas veces, ni los médicos suelen ver trastornos puramente físicos, sino que estamos ante una interacción continua entre lo psicológico, lo emocional, lo físico, y por el tema que abordamos hoy, también lo químico. ¿En qué momento empezamos a exponer a nuestros hijos a este estrés químico? Pues lamentablemente desde etapas muy tempranas. La exposición a neurotóxicos y otras sustancias químicas comienza incluso antes del nacimiento, a través de la placenta. Las madres embarazadas están constantemente expuestas a estas sustancias, ya sea por la contaminación del aire, productos de consumo diario como cosméticos, pesticidas en los alimentos o los propios plásticos. Esto afecta al desarrollo cerebral del feto, que ya está siendo moldeado por estos factores químicos, creando una base de vulnerabilidad desde el principio. Después, los bebés nacen y desde los primeros dos meses son expuestos continuamente a metales pesados. O sea, aumentamos ese estrés químico. Y este es el tercer debate que está sobre la mesa, que son las vacunas. De hecho, ha sido noticia que Florida planea eliminar el requisito de vacunación en las escuelas y otros lugares, ya que dicha obligación es entendida como una intromisión inmoral en los derechos de las personas. Y aquí lo que debemos entender es que la mayoría de vacunas contienen metales pesados. ¿Para qué? Para asegurar su estabilidad, la estabilidad de la sustancia y su eficacia al ser usados como adyuvante, para de alguna forma, facilitar su activación, facilitar que active el sistema inmunológico en ese sentido. Hablamos de metales pesados como el mercurio y también el aluminio, sustancia que se usa de una forma muy común en las vacunas y que, por otra parte, ha demostrado ser un neurotóxico vinculado a enfermedades tanto de neurodesarrollo como neurodegenerativa. Sin embargo, tanto la FDA como la OMS siguen asegurando que las cantidades que se usan no representan un riesgo significativo para la salud. Lo que sucede es que una cosa es ver cuánto metal pesado contiene cada vacuna por separado y otra cosa es ver el efecto acumulativo y si el cuerpo tiene capacidad para ir eliminando esas sustancias. Y ahí nadie puede poner la mano en el fuego de que sea completamente inocuo. De hecho, si comparamos los plans de vacunación actual of the niños that are con el plan de vacunación que tuve yo, que no hace tanto, no hace ni 40 años, o con otros plans de vacunación oficial 50 o 60, pues veremos que mínimo hemos duplicado el numero de dosis. Y ahí está el debate en el effecto acumulativo oficial. Hemos visto cómo los calendarios de vacunación se han ido expandiendo, con ello también el numero de dosis, obviamente, ha ido aumentando, ando algunas oficinas ahora son administradas a edades muy tempranas, en etapas de desarrollo crítico en términos de neurodesarrollo. Esta es la razón por la que tenemos estudios que empiezan a poner sobre la mesa ciertas asociaciones que son cuanto menos preocupantes. Hablamos de relación con el autismo, por ejemplo, y no es un tema menor porque alguna explicación científica debemos dar al hecho de que en cuestión de dos décadas, desde el año 2000 para acá, pues hayamos quintuplicado el número de casos de autismo, y que este aumento se haya producido en mayor medida en países con mayor nivel de vacunación. Es un aumento que no solo podemos atribuir a que ahora detectemos mejor los casos que hace 20 años, que no solo podemos atribuir a los cambios de criterios de diagnóstico en el DSM, que sí es cierto que favorece el sobrediagnostico, y que no solo podemos atribuir a gestaciones más tardías, a que los hijos cada vez tengamos siendo más mayores. Debe haber algo más, andas sin lugar a dudas. Y esto lo digo desde el análisis científico, no es que sea antivacunas para nada. Yo llevo todas las que tendría que llevar, ni una más tampoco, porque no hace falta. Por tanto, no intentemos sacar conclusiones que no son, sino aportemos una mirada científica a todo esto. Y si vamos a los artículos científicos, no veremos ni uno, ni dos, ni tres, sino muchos más artículos científicos que asocian aluminio con TEA, con trastorno del espectro autista. Leo textualmente de uno de esos artículos. Los pacientes que sufren de TEA, de trastorno del espectro autista, tienen mayores concentraciones de aluminio en sus cerebros. Por tanto, el adyuvante de aluminio es un factor etiológico. ¿Qué significa etiológico? Es un factor causal en el TEA. Así de claro nos lo dice la conclusión y sigue diciendo más. Sin embargo, no se ha considerado la seguridad de quienes son vacunados con dichas vacunas. Por tanto, lo que hace este artículo es mirar directamente al papel que han desarrollado tanto las farmacéuticas como organismos de salud en este aumento sin precedentes en los casos de autismo. Otro artículo dice así: la literatura demuestra claramente los impactos negativos del aluminio en el sistema nervioso a lo largo de la vida. En adultos, la exposición al aluminio puede provocar déficits neurológicos aparentemente relacionados con la edad, similares a Alzheimer. Interesante, ya no solo es autismo, sino también trastornos neurodegenerativos. Y añade. En niños pequeños existe una correlación altamente significativa entre el número de vacunas pediátricas con ayuvante de aluminio administradas y las tasas de trastornos del espectro autista. Leamos unos párrafos de otro artículo para que veamos que no son casos aislados. Esto se va repitiendo y cada vez hay una mayor base científica para decir lo que estamos diciendo en este programa. Se ha demostrado que la carga de aluminio del actual programa de vacunación para jóvenes, incluyendo bebés de tan solo 6 meses de edad, ha alcanzado niveles muy superiores a los considerados seguros. Si bien el calendario de vacunación se ha ampliado, el niño promedio recibirá más de 40 inyecciones antes de empezar la escuela, lo que significa que recibe una dosis muy alta de aluminio con bastante rapidez, ya que la dosis acumulada es la suma de los ayuvantes añadidos individualmente. Una cantidad significativa de este aluminio se almacena en la glía y las neuronas del cerebro y la médula espinal. Muchos pediatras administran de seis a nove dosis en una sola consulta. In los adultos se puede acumular gradualmente suficientemente aluminio en el sistema nervioso central, las neuronas y la glía, lo que eventualmente puede provocar neurodegeneración con la edad. Estos son solo tres artículos, pero hay muchos más, no los vamos a leer todos, obviamente, y asocian las vacunas no solo con autismo o Alzheimer, como acabamos de ver, sino también con Parkinson. Se han encontrado concentraciones elevadas de aluminio en el cerebro de personas con esta enfermedad. También se asocia con esclerosis lateral amiotrófica, con la ELA. Se ha asociado con el hecho de que cada vez se observe esta enfermedad en edades más tempranas. Algunos estudios han planteado que la exposición crónica al aluminio puede aumentar el riesgo de desarrollar ELA, dañando células nerviosas y promoviendo así la neurodegeneración. Y se ha asociado con el síndrome de fatiga crónica, entre otros. O sea que se puede confundir, a lo mejor en ciertos momentos, con enfermedades que creemos que son de origen psicológico, pero no, son de origen puramente químico. Y es que el aluminio está presente en la vacuna contra el tétanos, contra la hepatitis A y B, contra el virus del papiloma humano, que tantos problemas ha dado, contra la gripe o contra el neumococo, en forma de hidróxido de aluminio y de fosfato de aluminio. Ahí lo dejamos antes de que digamos de más y puedan cancelar esta sección en alguna de nuestras plataformas. Pero como hemos leído directamente de artículos científicos, hay una base científica para decir lo que estamos afirmando en este programa. Como decimos, la cuestión clave es el efecto acumulativo, por un lado, y también el efecto sinérgico que se establecería entre metales pesados presentes en estas inyecciones y metales pesados presentes en la vida cotidiana. Deberíamos hablar de los antitranspirantes, de ciertos cosméticos, pero también del agua corriente. Efecto sinérgico con otros metales presentes en la vida cotidiana y efecto sinérgico también con el estrés. Sí, ese estrés al que estamos tan acostumbrados en nuestro modo de vida moderno, que también produce inflamación, como ya hemos comentado en otros programas. La suma, por tanto, sería excesiva y dañina para nuestro cuerpo y tanto más para el cerebro de un niño que es especialmente vulnerable. Lo que nos lleva a preguntarnos si estamos como sociedad dispuestos a sacrificar salud por seguridad o, como con el tema de los plásticos, los contaminantes medioambientales, sacrificar salud por economía. No se puede tener todo en la vida. Y a medida que avanzamos en la comprensión de este entramado de factores que afectan a nuestra salud, es fundamental que como sociedad no sigamos ignorando el impacto que tienen no solo sobre nuestro cuerpo, sino también sobre nuestro cerebro. Y al menos yo priorizaría en la medida de lo posible, porque tampoco no podemos tirar atrás todo lo que hemos hecho, priorizaría la salud, no solo la física, sino también la salud mental. Y ya que hablamos sobre temas farmacéuticos, hablemos de los fármacos, porque esos medicamentos usados de forma prolongada o inadecuada, autoadministrada muchas veces, pueden resultar ser perjudiciales para la salud. En la lista tenemos fármacos tan populares como el paracetamol, que se recetó como si fueran ríos en 2020, o el ibuprofeno, que en ocasiones se han recetado como si fueran gominolas por los médicos de atención primaria. En cuanto al paracétamo, la investigación es que indican que podría tener efectos negativos en el sistema nervioso, en concreto podría influir en la inflamación cerebral y alterar la estructura de ciertas neuronas y con ello producir un deterioro cerebral capaz de afectar a la memoria y otras funciones cognitivas. Sobre todo, recordemos, hablamos de efectos en uso prolongado, en uso crónico. Y en lo que respecta al ibuprofeno, lo que se ha visto es que puede alterar la función de la barrera hematoencefálica, permitiendo que moléculas potencialmente dañinas lleguen al cerebro con mayor facilidad. Esto podría aumentar el riesgo de daño neuronal o de efectos negativos a largo plazo. Sin embargo, hace como 10 años, pues para cualquier cosa, ibuprofeno, ¿no? Pero además, sigue siendo así. Yo creo que ahora están diversificando un poquito más, al menos en atención primaria. Pero hubo una época que solo daban ibuprofeno para todo, ¿no? Totalmente. Totalmente. Entonces, bueno, yo creo que ya están viendo también los papers que hay sobre el tema, los artículos científicos, y ya dicen, cuidado, cuidado, ¿no? Pero además lo que se está viendo es que su uso crónico es capaz de crear alteraciones en la función cerebral, afectando a funciones como la memoria o el aprendizaje. Parece ser que podría contribuir a la neurodegeneración en condiciones como el Alzheimer, y por último hay estudios que sugieren una posible relación entre el consumo crónico de ibuprofeno y un mayor riesgo de demencia. Hemos hablado de paracetamol, de ibuprofeno, pero tenemos otros muchos medicamentos que son muy usados en nuestro país, como los antihistamínicos, los antidepresivos o los ansiolíticos, a los que ya dedicaremos más adelante un especial. En pastillados, igual que hicimos con los antidepresivos. En cuanto a los antihistamínicos, al igual que sucede con los antidepresivos, su uso crónico se asocia con mayor riesgo de deterioro cognitivo y demencia en adultos mayores. Ya dijimos en su día, todos lo recordarán, que las recetas crónicas de antidepresivos o de ansiolíticos, por ejemplo, en términos generales no tienen razón de ser. Pues he aquí una razón más para hacérselo mirar y para no conformarse con la pastilla y acudir al psicoterapeuta. Además, los antidepresivos, especialmente en situación de uso prolongado, pueden generar cambios en los receptores de serotonina, afectando la regulación del estado de ánimo, generando desde irritabilidad hasta alteraciones del sueño, entre otras alteraciones o condiciones. Y si bien es cierto, se han vendido que los ISRS son más seguros que los antidepresivos tricíclicos. Algunos estudios sugieren que ambos grupos de medicamentos pueden tener efectos neurotóxicos a largo plazo y terminar afectando a la plasticidad sináptica y con ello afectar a la memoria, entre otras capacidades cognitivas, especialmente en personas mayores. Hablamos una vez más de efectos acumulativos de esas sustancias que se han consumido durante toda la vida con tanta ligereza. Y con tanta ligereza también se han administrado las benzodiazepinas, el diazepán, el lorazepán, medicamentos ansiolíticos que suelen recetarse no solo para la ansiedad, sino también para otras situaciones, como por ejemplo el insomnio. Su uso crónico ha sido relacionado con problemas cognitivos como, por ejemplo, pérdida de memoria, debido a que tendrían la capacidad de atrofiar el hipocampo, la principal área de nuestro cerebro dedicado a la memoria a largo plazo. Se ha asociado con un aumento del riesgo de desarrollar demencia en personas mayores y parece ser que tendrían la capacidad, a largo plazo, repetimos, de alterar la fase REM del sueño, esa fase de nuestro sueño que es reparadora y que consolida la memoria a largo plazo. Y lo que se ha visto en todo esto es que su uso prolongado puede alterar los circuitos cerebrales involucrados en la memoria. Así que cuidado con esas recetas crónicas que van circulando por ahí. Vayan al psicólogo y reduzcan en la medida de lo posible la dependencia a psicofármacos. Y hablamos de las estatinas, ese medicamento ampliamente utilizado para reducir el colesterol y prevenir enfermedades cardiovasculares. Pues bien, algunos estudios han sugerido que podrían tener efectos adversos sobre nuestro cerebro, como deterioro cognitivo, pérdida de memoria, y una vez más, hablamos de consumo crónico, consumo crónico que, según algún que otro estudio, podría estar también relacionado con un mayor riesgo de desarrollar enfermedades neurodegenerativas como la enfermedad de Alzheimer. Y podríamos seguir, lo que sucede es que no terminaríamos nunca. Receta para todos los oyentes, en la medida de lo posible, no ser fármaco dependientes, no hacer como esos, por ejemplo, que dicen como ya tomo estatinas, puedo pasarme con la alimentación. No, necesitamos. Yo lo he visto hasta con la insulina. Como ya tomo insulina y tengo ganas de un super helado, pues me lo voy a comer, ¿no? Y ya después, a lo mejor, pues nos metemos un poquito más de insulina de la que nos metíamos habitualmente. Necesitamos dejar de ser fármacodependientes y vivir una vida sana en la medida de lo posible sin un consumo crónico de estos medicamentos. Vivimos en una sociedad que busca silenciar el síntoma sin comprender y erradicar su origen, y eso siempre es un error. Intentamos callar la ansiedad, el insomnio, la tristeza, pero creo que al menos estos datos nos ayudan a darnos cuenta de que estamos comprometiendo muchas veces la salud de nuestro propio cerebro, ese órgano que precisamente intentamos proteger. En definitiva, estamos demasiado expuestos a sustancias neurotóxicas y necesitamos urgentemente reducir nuestra exposición en la medida de lo posible a todas estas sustancias. ¿Es difícil? Sí. ¿Requiere sacrificios? También, pero estamos hablando de conservarnos sanos y de llegar a la vejez con calidad de vida, que es lo importante. El estrés químico que enfrentamos desde la infancia, ya sea a través de metales pesados, plásticos, pesticidas o medicamentos, deja una huella indiscutible en nuestro sistema nervioso y esa huella se convierte al final del camino en un riesgo más que palpable. Por tanto, es fundamental que tomemos conciencia de este riesgo acumulativo y sinérgico y que empecemos a tomar cartas en el asunto, porque el cerebro, al fin y al cabo, don César, es uno de nuestros órganos más preciados. Y para asegurarnos de cuidarlo y protegerlo de forma adecuada, siempre nos quedará la psicoteca, como ya saben, todos los miércoles aquí en La Voz.

SPEAKER_02:

Pues me parece fantástico, vamos, no tengo ninguna duda de ello. Y con el tema que ha traído usted hoy, y teniendo en cuenta a la gente que voluntariamente asume envenenarse, pues hombre, yo le voy a dejar con un tema clásico de los chunguitos que se titulaba precisamente Dame Veneno, que realmente es lo que parece que mucha gente piensa cuando se dedica a automedicarse o no tiene prudencia con los alimentos y no digamos ya con las medicinas. Un abrazo muy fuerte, don Miguel Ángel, y hasta la semana que viene, Dios mediante. Hasta la semana que viene. Y con estos compases del dame veneno de los chunguitos, que vamos, parecía que estaban afiliados a la Big Pharma, hemos llegado nosotros al final de nuestra singladura de hoy del programa La Voz. Esperamos que lo hayan pasado bien, que se hayan entretenido, que incluso hayan aprendido una o dos cosillas útiles. Y los emplazamos para mañana, Dios mediante, en el mismo lugar y a la misma hora. Y como siempre, nos despedimos con una despedida sureña. Gata blessia que Dios los bendiga.

SPEAKER_01:

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