La Voz de César Vidal
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La Voz de César Vidal
La psicoteca: El precio de las ofertas - 10/12/25
Con César Vidal y Miguel Ángel Alcarria.
https://www.cesarvidal.tv/la-psicoteca/videos/el-precio-de-las-ofertas-10-12-25
En esta entrega de La Psicoteca, César Vidal y el psicólogo Miguel Ángel Alcarria analizan en profundidad el fenómeno del consumismo, especialmente en el contexto de las campañas de fin de año, rebajas y compras online. Alcarria explica cómo la publicidad personalizada, los algoritmos y las plataformas digitales han transformado la forma en que compramos, convirtiendo el consumo en un estímulo constante y difícil de resistir.
El episodio aborda los mecanismos psicológicos que nos llevan a comprar impulsivamente: la urgencia artificial, el “solo por hoy”, la sensación de “me lo merezco”, el bombardeo de notificaciones, el Fear of Missing Out (FOMO) y la falsa ilusión de necesidad creada por el entorno digital. También se analizan las consecuencias emocionales y sociales: pérdida de reflexión, aumento de la ansiedad, empobrecimiento de la empatía, deterioro de la paz mental y aparición de comportamientos compulsivos de compra.
Miguel Ángel Alcarria ofrece, además, herramientas prácticas para escapar de este ciclo: aprender a decir no, retrasar la decisión de compra, eliminar notificaciones, hacer compras conscientes y cultivar una vida más reflexiva. Para los casos de adicción, plantea la importancia del acompañamiento terapéutico y la intervención cognitivo-conductual.
Un episodio imprescindible para comprender cómo el sistema de consumo moldea nuestra mente, nuestras decisiones y nuestra identidad… y cómo podemos recuperar la autonomía y la serenidad en un mundo diseñado para que siempre queramos más.
La psicoteca con Miguel Ángel Alcarria. Estamos de regreso y como les habíamos anunciado, como siempre sucede en nuestro programa doble sesión continua de los miércoles, dedicado precisamente a la salud, hemos tenido con nosotros a Elena Kalinícova hablándonos de la vida sana, de la existencia saludable, del naturismo. Y luego, ya saben ustedes, que damos un salto cualitativo, nos plantamos en la salud de la psique, en la salud de la mente, y quien nos echa una mano ahí es don Miguel Ángel Alcarria. Muy buenas noches, don Miguel Ángel, ¿por dónde vamos a ir hoy?
SPEAKER_01:Muy buenas noches, don César, muy buenas noches también a la audiencia de la voz. Se acerca el fin de año y a muchos les invade la locura: el buen fin, el Black Friday, el Cibermonday, el Singles Day, el Hot Sale, el Super Sale, la campaña preparada.
SPEAKER_02:Bueno, ¿cómo está usted puesto? O sea, está usted puestísimo, ¿eh? Yo antes de venirme a vivir aquí a Estados Unidos, todo eso no lo conocía, ¿eh? Está usted puestísimo.
SPEAKER_01:Pero bueno, viene la campaña de fin de año, la de Reyes, después rebajas, o sea, el consumismo por las nubes, ¿no? Incluso para aquellos que no están atrapados durante todo el año en él, no sale por las orejas. Todos son ofertas, últimas oportunidades, con unidades limitadas, por tiempo limitado e incluso adquisiciones de compra hoy y paga después. Los famosos meses sin intereses, que son tan atractivos y tremendamente peligrosos, porque en muchos casos hablamos de personas que viven de las tarjetas de crédito y que, pues comprando sin tener el dinero ahora, pues se jactan del futuro esperando tener lo que a día de hoy no está en su bolsillo. Y esto no solo pasa en esta época del año, porque sí, hay personas que viven todo el año enganchadas al consumismo, aunque no se autoperciban como tal, ¿no? Como adictos a las compras, llámale Amazon, AliExpress, Temu, Shane. ¿Le suenan todas esas plataformas? O cualquier otra, ¿eh? De plataforma de compra online. Llámale Wallapop, Marketplace, porque el mundo de la segunda mano también puede enganchar y mucho. Pero el que más engancha y con diferencia es ese entorno que nos recuerda constantemente, mediante notificaciones, lo que necesitamos comprar, necesitamos entre comillas, porque si no lo buscaste, si vinieron a ofrecértelo es porque realmente no lo necesitabas. Esa es la verdad. And the presentation with these applications during the año, cuántos correos no recibimos a long time del año, en plan, te podría interesar esto, mucho más when it's acerca el fin del año porque llega el aguinaldo, la paga extra, and el comercio lo sabe. Sabe que tienes más dinero in tu bolsillo que el resto del año. If no eres autónomo, claro está, porque los autónomos en estas épocas del año por lo general están más tisos que la mayoría. Los autónomos no disfrutamos de esas gratificaciones, y bueno, estamos hablando solamente del 30-40% de la fuerza laboral. En torno al 60%, sí, tienen aguinaldo, paga extra y otras bonificaciones. El comercio sabe, por tanto, que la capacidad de compra aumenta en esta época del año, and el comercio sabe que muchas veces nos quema el dinero en las manos, andando el dinero es digital no es constante y sonante y, por tanto, no podemos ver lo que estamos gastando. Ver cómo se adelgaza nuestra billetera es mucho más fácil dejarse llevar, porque en estos casos el dinero es casi como si fuera aire. En la actualidad, además, se trata de un clic y listo. El saldo de tu tarjeta desaparece y a una velocidad que no te das ni cuenta. Y ahí está el truco, y como decimos, el comercio lo sabe. Por eso nos bombardean en esta época con más notificaciones, promociones personalizadas, ofertas exclusivas y recomendaciones que nunca. Todo está listo para que compremos de forma impulsiva, sin reflexionar. Nos bombardean con mensajes como te lo has ganado, te lo mereces solo por hoy, oferta flash, los famosos tu carrito te está esperando y nuestro cerebro no puede evitar caer en la tentación. En este sentido, los expertos en marketing son expertos en hackear nuestro cerebro, un biohacking que no mejora nuestra salud ni la salud de nuestro bolsillo. Y algo que parece inofensivo al principio, unas pocas compras aquí y allá terminan no solo con nuestra cuenta bancaria, sino inclusive con nuestra paz mental. Existe una necesidad de tener más, acumular más, estar a la última y el comercio está diseñado para que nunca tengamos suficiente, para que jamás haya plena satisfacción por lo que tenemos. Por esa razón siempre hay un nuevo modelo, una nueva tendencia, una nueva moda que nos empuja a querer lo que aún no tenemos y al final el ciclo nunca termina y la verdadera satisfacción jamás llega porque el comercio está diseñado para que nunca tengamos suficiente y así es el sistema. Y no diremos eso de antes esto no pasaba, aunque es cierto. Antes no podíamos comprar a golpe de clic, esto es algo muy reciente. Sin embargo, si miramos atrás, veremos que ya desde hace algunas décadas existe una necesidad crónica de adquirir, de poseer, de acumular. Esto ha continuado igual o incluso se ha incrementado, pero tenemos un historial que nos dice que siempre hemos. Llevamos ya unos años, unas décadas con esa tónica, con esa tendencia. Lo que ha cambiado y de manera drástica es el cómo nos lo venden y la facilidad con la que podemos comprarlo. Antes teníamos que desplazarnos a una tienda específica, pasar por delante un escaparate para estar expuestos a esas ofertas, a esos ganchos emocionales, esperar al dependiente, comparar entre los productos de la tienda que no podías ordenar por relevancia, precio, ni por ningún otro criterio. Por tanto, todo esto requería tiempo. Y ahora llevamos el escaparate a cuestas en nuestro móvil con una velocidad de compra pasmosa. En este sentido, las aplicaciones que tenemos al alcance de la mano han multiplicado esta presión de consumo de forma exponencial, porque además tengamos en cuenta que antes las tiendas tenían un horario. El consumo estaba limitado no solo por el tema de desplazarse a la tienda, sino por el horario de la tienda. No fue hasta los años 80 que se internacionalizó el fenómeno conocido como la teletienda, que podríamos decir que extendía ese horario, aunque fuera de cosas innecesarias, pero sí extendía ese horario hasta altas horas de la madrugada y con ello la posibilidad de consumo. Así que hablamos de un fenómeno, el fenómeno del consumismo, que apenas tiene unos 50 años de existencia. En ese tiempo hemos pasado de un consumo limitado y controlado por el tiempo y el espacio a un consumo omnipresente que nos acompaña a cada paso, en cada momento. Antes, el acto de comprar requería planificación, esfuerzo, como decimos, desplazamiento, comparar, hablar con el dependiente, who are disponible or ocupado con otro cliente en ese tiempo, en ese lapso de tiempo, a lo mejor hasta nos desinteresábamos, orgamos, hacía falta estar en casa para estar conectado a la televisión. But hasta en eso había un límite de tiempo, and hoy la facilidad se ha convertido en una constante esclavitud, tanto en lo relativo a la exposición a la publicidad, que ya son las 24 horas del día, los 7 días de la semana, como en lo relativo al consumo, que se ha convertido en una exigencia diaria. Y la tecnología, con su capacidad para más o menos conectar y su capacidad de mostrar productos constantemente, ha borrado las barreras entre necesitar y desear. Hoy en día el deseo se alimenta constantemente con una oferta interminable de productos, muchos de los cuales ni siquiera necesitamos, pero que nos parecen irresistibles. Y es que aquí es donde reside el verdadero peligro. Nos hemos acostumbrado tanto a ese flujo ininterrumpido de publicidad y consumo que ya no podemos ver la diferencia entre lo que realmente necesitamos y lo que nos están vendiendo. Y a eso le llamamos consumismo. En esencia, esto es el consumismo, una constante búsqueda de satisfacción inmediata que está asociado a un vacío emocional. En parte, creado, creado por el sistema. ¿Por qué decimos creado? Porque jamás antes en la historia tuvimos un ataque, un bombardeo publicitario tan constante ni tan personalizado. La arquitectura digital ha permitido en los últimos años, bueno, pues es una de las herramientas más poderosas que existe en el comercio y ha permitido manipular las decisiones del ser humano. Todo lo que hacemos en línea, desde nuestros clics hasta el tiempo que pasamos viendo productos específicos, genera un perfil detallado de quienes somos como consumidores, un perfil que es explotado y usado no a favor del consumidor, sino en su contra. Y en este sentido, no solo hablamos de que la arquitectura digital permita que se nos ofrezcan productos que estamos buscando, sino de la capacidad del sistema para anticipar lo que, según el sistema, necesitamos. En función de si permitimos, de si pertenecemos a una tribu o a un grupo específico. Porque el feed se alimenta no solo de tus búsquedas, sino de lo que otros consumidores similares a ti han visualizado o han comprado. Un perfil mucho más amplio que incluye características demográficas, geográficas, psicológicas y de comportamiento. Y la idea es que si perteneces, como decíamos, a un tribu, a una tribu o a un grupo específico, pues buscarás homogeneizarte con esa tribu, con ese grupo, compartir sus tendencias. Existe, por tanto, un consumo compartido y comunitario que genera una presión de yo también debería tener. Y detrás están los famosos algoritmos, algoritmos de los que no nos podemos deshacer, ni aunque queramos, ni aunque desactivemos ciertas funciones en la configuración de cada una de las aplicaciones que usamos. Porque están en todas partes, están en los buscadores, en las redes sociales, en los navegadores, en las plataformas de contenido y son el motor invisible que impulsa prácticamente toda nuestra interacción con el mundo digital. Unos algoritmos que son además manipuladores, porque no solo responden a nuestras decisiones online, sino que modulan nuestras decisiones de manera casi imperceptible, influyen en lo que vemos e incluso pueden llegar a influir en lo que pensamos, en lo que sentimos o en lo que deseamos. Y no solo en el terreno del consumo, sino inclusive en el terreno de las opiniones, de las decisiones. ¿A quién votar, por ejemplo? Un algoritmo es capaz de influir también en ese terreno. Y es que tenemos que llegar a poder admitir que la personalización y la segmentación no son sino parte de un juego psicológico. Un juego psicológico, como veremos, nada sano y que se oculta bajo el eufemismo de optimización de la experiencia del usuario. El ser humano es experto en convertir cualquier herramienta en un arma y en este caso ha sucedido así, ¿no? Y si creíamos que con las plataformas de streaming, por un módico precio mensual, habíamos huido de la publicidad, no, porque la publicidad ha vuelto y además ahora pagas. Ha sido una de las grandes tomaduras de pelo de nuestro time, si lo hubiéramos savado, pues jamás nos hubiéramos desecho de los videoclubs or estanterías interminables of, nos prometían la comodity of taking, all right, and since we are. This is one of the grandas de pelo. Click a button that dice comprar, pero no estás comprando realmente nada, sino que estás adquiriendo una licencia temporal de acceso condicionado a una política de derechos de la plataforma que jamás es visible y a la que nunca te están enlazando en la propia página de compra. Lo que parece tuyo, pues realmente está bajo el control de otro. Y la tomadora de pelo va más allá porque jamás nos dijeron que habría tantas plataformas, de forma que tienes que estar suscrito, pagando y muchas veces, además, con publicidad, como decíamos, varias plataformas para poder acceder al catálogo que deseas, porque el catálogo está tan fragmentado que al final necesitas pagar aquí y pagar allá también, ¿no? Como digo, esta ha sido la gran tomadura de pelo de nuestro tiempo. Y como podemos constatar, la publicidad no sigue allá donde vamos, incluso pagando, es omnipresente y tanto más con nuestros móviles, con sus notificaciones y pues las diferentes plataformas nos recuerdan minuto a minuto que siempre hay algo que podemos comprar. Y si no lo sabíamos, las plataformas no lo sugieren. Nos hacen sentir que lo necesitamos, incluso antes de saber que existía, por aquello de las sugerencias propuestas en función de tu tribu digital. Así nos hemos acostumbrado a vivir con esta constante incomodidad, o nos hemos acostumbrado, pues a lo mejor, porque no nos queda de otra, hay que aguantarse, ¿no? Vivimos atrapados en la sensación de que siempre podemos tener más, que siempre hay algo mejor, más rápido, más eficiente, más barato, y atrapados en una sensación de que nunca es suficiente y no hay forma de librarse, ni siquiera pagando. Y a esto hay que sumarle otra sensación: la sensación de urgencia, la necesidad de aprovechar el momento, ahora o nunca, tempus fugit que decían los romanos. Un juego psicológico que hace que nuestra mente se enfoque únicamente en lo inmediato, olvidando su verdadero impacto en el medio y largo plazo, porque si antes la publicidad o el marketing se limitaba a unos pocos medios, ahora estamos rodeados. Es imposible escapar de esta sensación de urgencia que satura nuestras mentes constantemente. Tanto así que quien no ha caído alguna vez en algún tipo de trampa de estas de urgencia, pues solo quedan 10 unidades. Pues eso te lo tienes que creer, que realmente solo queden 10 unidades y que no sea un gancho para el consumo. O quien no ha caído en algún tipo de staff, justamente usando esa sensación de urgencia. La sensación de urgencia es lo que tiene, nos pone en una situación de vulnerabilidad, nos hace pensar que estamos perdiendo algo, que si no actuamos ahora, esa oportunidad se nos escapará para siempre. Y eso nos empuja a consumir, a actuar sin pensar, sin mediar reflexión alguna. Y claro, cuando la compra se concreta, al principio nos sentimos emocionados, nos sentimos satisfechos, como si hubiéramos ganado algo. But con el paso de los días, esa emoción se desvanece, anda, in occasiones incluso, puede convertirse en una carga llena de dudas, de por qué lo compré o sentimiento de culpa por haber realizado un gasto innecesario o por haber caído en algo engañoso. And existe otro fenómeno relacionado con esta constante búsqueda de gratificación inmediata, que es el fear of missing out, también conocido como FOMO. Este fenómeno nos impulsa a actuar sin pensarlo, a temer that if no aprovechamos esa oferta en particular, podríamos perder algo importante, algo único. Y ese miedo a la exclusión, a no ser parte de esa experiencia única, nos empuja a abrir ese correo con ese asunto cargado de promesas irresistibles o a hacer clic en ese enlace con la esperanza de que si no lo hacemos ahora, ya no habrá otra oportunidad. Este miedo a perderse algo, que es el FOMO, no solo alimenta el consumo impulsivo, sino compulsivo, reforzando así el ciclo de insatisfacción. Cada vez que caemos en la tentación de comprar por miedo a perdernos algo, estamos alimentando una espiral en la que nunca estamos completamente satisfechos. Porque al final, ¿qué pasa cuando realmente aprovechamos esa oferta o compramos ese producto? La gratificación es momentánea, pero el deseo de tener más nunca desaparece. Jamás hay satisfacción plena. Es aquí donde el FOMO se mezcla con la urgencia, creando una tormenta psicológica perfecta para el consumismo. Nos vemos atrapados en un ciclo donde siempre hay algo nuevo que tememos perder y lo único que realmente ganamos es el vacío de no poder detenernos, de nunca sentir que hemos tenido suficiente. Y al final, ese ahora o nunca se convierte en un siempre, llevándonos a un consumo sin fin que no satisface nuestras verdaderas necesidades emocionales, sino que las reemplaza con más y más deseos que nunca terminan de ser saciados. Y esto les pasa a los que tienen dinero y a los que no lo tienen. Los que no lo tienen compran, en vez de cosas grandes, cosas pequeñas, aparentemente económicas, pero que actúan igualmente como roedores, roedores no solamente en el ámbito financiero, sino también en términos psicológicos. El coste o el precio de todo esto, pues yo creo que lo empezamos a ver. Además de sangrar nuestros bolsillos, el consumismo se lleva nuestra capacidad de reflexión que ya hemos mencionado y que, aunque algunos puedan considerarla un lujo innecesario, es la base de nuestras decisiones diarias, esa capacidad de cuestionarnos, de pensar críticamente sobre lo que necesitamos y lo que simplemente nos están vendiendo, pues se ve cada vez más mermada. Algo que afecta no solo a nuestras compras, sino a todos los aspectos de nuestra vida. Y esto es importante mencionarlo. Cuando perdemos la habilidad de reflexionar, pasamos del modo acción al modo reacción. Y por tanto, nos convertimos en algo así como marionetas de las circunstancias, de los estímulos externos. En lugar de elegir conscientemente lo que queremos para nuestra vida o cómo queremos responder a las circunstancias que se nos presentan en el día a día, pues lo que hacemos es Reaccionar. Mientras el modo acción nos permite analizar, reflexionar y decidir el camino que más nos conviene, el modo reacción simplemente nos obliga a responder de forma impulsiva y superficial. Ya no buscamos soluciones profundas, sino que nos conformamos con respuestas rápidas, temporales, que en algunas ocasiones nos resuelve en el fondo y que en otras además acarrea consecuencias peores. Y lo cierto es que cuanto más reaccionamos, más nos alejamos de la corriente reflexiva. Y en cuanto a esto, pues debemos reconocer que como sociedad necesitamos trabajar para recuperar la capacidad de reflexionar, porque la reflexión es lo que nos proporciona autonomía y libertad, la capacidad de decir no, de poner límites, de priorizar lo importante sobre lo urgente, lo profundo sobre lo superficial. Y esto solo es posible si cultivamos esos momentos de reflexión, de conexión con uno mismo, de autoevaluación, si cultivamos esos tiempos necesarios para cuestionar el porqué detrás de nuestras decisiones, el para qué hacemos ciertas cosas, tiempos necesarios para cuestionarnos si todo esto se alinea a nuestras necesidades, a nuestros valores y a nuestra visión de la vida. Como decimos, el precio de las ofertas no solo es monetario, es mucho más profundo, como podemos constatar, y no hablamos de consumo, que es necesario para la vida, sino que hablamos de consumismo, que no es necesario para la vida y mucho menos, además, pues para el planeta. Y la cuestión es que si vamos por el sendero del consumismo, no solo perderemos nuestra conexión con nosotros mismos, sino con los demás. No olvidemos que en algunas ocasiones también ya hemos hablado de esto en la psicoteca, que la hiperestimulación nos aleja de la empatía tan necesaria para las relaciones humanas. ¿Cómo sucede esto? Se preguntarán, ¿no? Pues la hiperestimulación, en forma de bombardeo publicitario, lo que hace es explotar nuestros deseos más superficiales y promover un enfoque egoísta centrado en el yo, en la adquisición de bienes y servicios. Y este enfoque centrado en el ego nos hace más sensibles, más bien más insensibles a las necesidades emocionales profundas de las personas que nos rodean, reduciendo además nuestra capacidad de altruismo, de preocuparnos genuinamente por los demás y de empatizar con sus necesidades. Dicho de otro modo, cuando estamos obsesionados con lo que queremos obtener, nuestra conciencia es estrecha y perdemos de vista las necesidades y el bienestar de los demás. Porque el altruismo y la empatía requieren que pongamos las necesidades de los demás en primer lugar, por delante de las nuestras en muchas circunstancias. Por tanto, centrarnos en nosotros nos aleja de esa postura de cuidado del otro y de generosidad. Pero todavía hay más. Porque no solo perdemos autonomía y empatía, sino que ganamos en ansiedad, que no es nada bueno. La ansiedad por llenar un vacío creado por este sistema de consumo que jamás llena. Y en lugar de vivir con un sentido de satisfacción, nos vemos atrapados en una continua búsqueda de algo que nunca llega, de algo que siempre se nos escapa, lo que algunos llaman felicidad, otros llaman realización. Pero bueno, a mí me gusta llamar satisfaction. The satisfaction is mucho más realista, ¿no? Conseguirla, la realiza y la felicidad depends of the alarm that you pick, it's impossible to get to that city. And in this context, in a lujo that much alcances, some people who should mantra a raya the technologies and who viven a vida inmersa in the libros, in the conversaciones profundas, in thomas de silencio, and in the moment of reflection. En resumen, aquellos que han sabido entrenar su prefrontal. Y aquí sería necesario que nuestra audiencia pudiera recuperar esa psicoteca en la que hablamos profundamente sobre este tema, cómo entrenar nuestro prefrontal. Y no nos engañemos, la ansiedad no es solo por tener suficiente. Esta ansiedad se convierte en muchos casos en una sensación profunda de insatisfacción existencial, existencial, porque estamos atrapados en un ciclo donde buscamos llenar vacíos con objetos y experiencias que no proporcionan algo duradero. En este sentido, pues yo creo que podríamos hablar de ansiedad existencial, alimentada sobre todo por un sistema que nos condiciona a vivir en lo externo sin dedicarle tiempo a lo interno, al interior. Y como ya sabemos, la ansiedad y la depresión son primas hermanas, así que esta ansiedad existencial, alimentada por este vacío que nunca se llena, fruto de este sistema consumista, puede llevarnos a un estado de desesperanza. En este sentido, cuando este ciclo se perpetúa en el tiempo, es fácil que la ansiedad derive en depresión. Por esta razón, necesitamos reaprender a vivir con sentido, nuestra salud mental, en este sentido, además, nos lo agradecerá. Reaprender a vivir en silencio, a conectar con nosotros mismos, con nuestras necesidades más profundas, a mantener un contacto real y profundo con los demás, con tiempo de calidad, reaprender a disfrutar de esos pequeños momentos, a valorar lo sencillo, a dedicar tiempo a lo que realmente nos importa. En resumen, reaprender a vivir con conciencia, que este es un término que cada vez me gusta más porque nos hace pensar en vivir fuera de la saturación, del ruido, de las distracciones, en lugar de vivir en el ritmo acelerado, impulsivo y superficial que se nos impone, aunque no lo sintamos como una imposición, porque estamos tan inmersos en ese ritmo frenético y lleno de estímulos que hemos llegado a normalizarlo. Así que el precio de las ofertas, del consumismo, es un precio emocional, psicológico y social. Y por el camino, pues perdemos autonomía, perdemos empatía, paz interior e incluso sentido de vida. Así que mirad, miren ustedes hasta qué punto podemos llegar, porque todo esto se ve comprometido y si perdemos todo esto, nos perdemos a nosotros mismos y con ello nuestra identidad, nuestra autoestima, que se anda comparando con todo y con todos constantemente, y nuestra autenticidad. De este modo, el consumismo no es solo un fenómeno social, sino que también es un fenómeno psicológico. Por eso tratamos el tema en la psicoteca. Debemos lidiar como sociedad con aspectos muy profundos de nuestra identidad que ha quedado desdibujada entre esos mensajes difusos de lo que deberíamos ser según los estándares que imponen las plataformas de consumo, y bueno, pues lo comparamos con lo que realmente somos. Y al final nunca sabemos qué tenemos que ser, porque cada campaña y cada mensaje es distinto. Porque es así, ya no nos venden productos, se venden ideas, y a través de esas ideas se nos vende una versión idealizada de lo que deberíamos ser, una imagen que supuestamente deberíamos alcanzar para ser aceptados, para ser admirados, pero además hay varias visiones diferentes. Cada campaña iría en un sentido distinto. Al final, nuestra identidad o lo que deberíamos ser queda muy desdibujado. Nothing says what really debería ser. And this process of idealización nos aleja de nuestra autenticidad, de quiénes somos verdaderamente y de lo que realmente queremos in the vida. Yo creo que esta es la razón de fondo del desazón del consumismo, más que el hecho that nos hayan tomado el pelo, pues creando necesidades innecesarias, valga esa redundancia. Esta es la razón de fondo del arrepentimiento postcompra, del sentimiento de culpabilidad, que es otro de los precios a pagar por el consumismo, porque en todo esto el consumidor ha sido instrumentalizado para suplir los deseos de otro, de otro que ha prometido resultados, sensaciones, emociones, experiencias que no terminan de ser satisfactorias y esta es la mayor estafa del consumismo. Nos venden la idea de que un producto, una experiencia, una marca tienen el poder de transformarnos, de hacernos más felices, más exitosos, atractivos, populares, pero jamás consiguen cumplir con la expectativa creada. Y ahí es cuando la decepción forma parte del ciclo de consumo porque la gratificación es efímera y pronto se convierte en vacío. Y por el camino el consumidor ha sido manipulado y es normal que se sienta traicionado. La realidad, la realidad es que el consumidor nunca gana, siempre pierde y tanto más cuando termina siendo esclavo crónico del sistema en una adicción a las compras, al consumo, a la búsqueda constante de satisfacción inmediata. Hasta un 15% de los compradores, según algunos estudios, y por tanto casi de la población, porque los únicos que no entrarían dentro de estas estadísticas serían los menores, que por lo general no son consumidores directos, podrían tener comportamientos de compra compulsiva, que no es poco. Adicción como tal, entre un 8 y un 10%. Eso significa que hay ya un 5 o 7% extra con riesgo a caer en esa adicción. Pero no todo está perdido, ya saben. Ahí es donde entra la psicoteca y donde entramos nosotros. Lo primero es negarse a hacer compras llevadas por un mensaje de urgencia y tomar conciencia. La clave está en tomarse ese momento antes de comprar y preguntarse, ¿realmente necesito esto? O solo es una gratificación momentánea. En las compras online, por ejemplo, lo que podemos hacer ayuda mucho es poner el artículo en el carrito y dejar pasar unas horas o incluso un día. Ese espacio de tiempo puede ayudarnos a ver si ese artículo realmente es necesario o no. Y en muchos casos, al regresar al carrito, podremos descubrir que el impulso, el deseo de compra, ha desaparecido. Este es el primer paso que puede liberarnos del automatismo, del consumo, del consumismo, mejor dicho, al fomentar la reflexión por encima de la reacción a estímulos de urgencia. El segundo paso es aprender a decir no, a ser conscientes de las estrategias psicológicas que manipulan y, ante su presencia, negarse al consumo. La publicidad y las tácticas de marketing están diseñadas específicamente para hacernos sentir que necesitamos algo cuando en realidad solo nos están manipulando para que compremos. Es fundamental aprender a reconocer esas tácticas, desde las ofertas irresistibles hasta las promociones de urgencia, y que cuando reconozcamos esas tácticas, pues nos neguemos a consumir. Además, esta es una actitud que de alguna forma puede llegar a obligar al sector a dejar de usar esas estrategias tan dañinas en términos psicológicos. El tercer paso sería eliminar la tentación, las notificaciones, las compras de un solo clic en la configuración de esas aplicaciones y las preferencias de correo para no recibir tantos correos de esa índole. Así que tomar conciencia de necesidad, aprender a decir no a la manipulación, eliminar la tentación, por tanto, desarrollar una relación más sana con la tecnología. Y paso siguiente, hacer solo compras conscientes, aquellas que son estrictamente necesarias pensando en su impacto a largo plazo, no solo en términos financieros, sino también en términos emocionales. Esta reflexión evita el arrepentimiento post-compra. En paralelo, pues necesitamos cultivar una vida más reflexiva, como decíamos, dedicar tiempo a la autoevaluación, ser más conscientes, por tanto, de nuestras acciones, pensamientos, emociones, y esto no solo fomenta nuestro crecimiento personal, sino nuestras decisiones y nuestra satisfacción vital. Es fácil quedar atrapado en la rutina diaria, en las presiones del entorno, pero tomarnos el tiempo para detenernos, pensar y revisar realmente es invertir en nuestra calidad de vida. Así que no olviden tomar una pausa como un buen hábito a integrar en sus vidas y en su horario semanal. Estos consejos son para aquellos que tienen un perfil de consumo impulsivo, pero si este ya es compulsivo, es adictivo, necesitamos recomendar apoyo especializado. Y para ello es indispensable reconocer la adicción como un problema, aceptar que el consumo se ha convertido en un patrón compulsivo. Sin este reconocimiento, como en todos los casos, es difícil avanzar y es difícil incluso iniciar una terapia que nos pueda llevar a buen puerto. En este sentido, aceptar la realidad es crucial para el cambio. Dicho esto, al menos en una primera fase, sería importante siempre contar con un terapeuta con enfoque cognitivo-conductual, que es particularmente efectivo en ayudar a cambiar los pensamientos y comportamientos que sostienen la adicción, en entender los desencadenantes emocionales o psicológicos detrás del consumo y en desarrollar nuevas estrategias de afrontamiento. Y más adelante, pues podríamos hablar de grupos de apoyo, porque el proceso de recuperación en estos casos, y en muchos casos, no es cosa de dos o tres meses, es cosa de tener un apoyo ya para toda la vida, ya no solamente para recuperar la autonomía, sino para mantenerla en el largo plazo. Al final, como vemos, el precio del consumismo, el precio de las ofertas es mucho más profundo de lo que parece, don César. Aunque como ya ven, no todo está perdido. Esa es la razón de la psicoteca de hoy: tomar conciencia y abrir caminos que nos permitan vivir de una forma más saludable. Y para este cometido, pues siempre contarán con la psicoteca, así que les emplazamos a seguirnos todos los miércoles aquí en La Voz.
SPEAKER_02:Pues así será, así será. Muchísimas gracias, Don Miguel Ángel. Nos veremos la semana que viene, que creo que es la última que tenemos emisión this año, Dios Mediante. Y ustedes esperamos que lo hayan pasado bien, que se hayan entretenido, que incluso have una o dos cosillas útiles, y precisamente por eso los emplazamos para mañana, Dios mediante, en el mismo lugar y a la misma hora. Y como siempre, nos despedimos con una despedida sureña. Cat Blesia. Que Dios los bendiga.
SPEAKER_00:El programa La Voz es una producción de Artorius Incorporated y al amparo del derecho a la libertad de expresión. No se hace responsable de las opiniones vertidas en el curso del mismo.